Cultura del agua y paisaje cultural en la Región de Murcia

Entradas | Francisco Martínez

La cultura del agua es una parte esencial del patrimonio cultural y natural de los pueblos, representa uno de los mejores vehículos para conocer el ecosistema y las raíces culturales de cualquier sociedad. Siguiendo las palabras del profesor Álvarez Munárriz , “el agua es un elemento imprescindible para la vida del hombre. De ahí que desde la más remota antigüedad los hábitats humanos se han construido cerca de la fuentes, los ríos y los mares”. De esta forma podemos localizar importantes núcleos de población cerca de fuentes y nacimientos de agua configurando los pueblos cercanos a Sierra Espuña o las denominadas Tierras Altas de Lorca; fundaciones de ciudades, como la de Murcia, junto al río Segura; o imponentes poblaciones de fundación romana como Cartagena o Mazarrón en puntos costeros.

Conformación de lo que llamamos Paisaje Cultural

En el paisaje cultural que caracteriza la Región de Murcia se localizan inmuebles de carácter etnográfico relacionados explícitamente con lo que viene a denominarse “cultura del agua” (molinos, norias, aljibes, pozos, acequias, fuentes, torres, lumbreras etc.). Estos elementos que pertenecen a la arquitectura del agua definen un paisaje cultural identificador de nuestro territorio: el sur peninsular, un espacio cargado de influencias culturales, fosilizadas con el paso del tiempo, con un aprovechamiento exhaustivo por la carestía del agua y la configuración de almacenamiento. El paisaje se determina por sus formas naturales o antrópicas. Todo paisaje está compuesto por elementos que se articulan entre sí. Estos elementos son básicamente de tres tipos: abióticos, bióticos y antrópicos, que aparecen por la acción humana. La determinación de la implicación de estos principios en mayor o menor medida es lo que constituye el primer nivel del análisis geográfico.

El paisaje surge de la interacción de los diversos agentes geográficos. Estos agentes son materiales energéticos de los que derivan formas y procesos. Se clasifican en litosfera, atmósfera, hidrosfera y biosfera. De esta última se diferencia la antroposfera formada por las poblaciones humanas y que juega un papel diferenciado como agente del paisaje.

El paisaje es un fenómeno remiso de la civilización y más tardío aún para la filosofía. Es uno de los más costosos logros del refinamiento de las culturas humanas. Los animales habitan el paisaje y lo van alterando de alguna manera y en alguna medida, pero son incapaces de percibir el espacio físico y geográfico del paisaje como algo bello, estético y hermoso. El mismo ser humano tardó mucho en descubrirlo viendo que su vida giraba en torno a este, que realizaba diversas modificaciones sobre él, al vivir en él. El paisaje es una realidad socio-territorial, por lo que se pasa del paisaje natural al paisaje cultural. Según las directrices de la UNESCO, desde el año 1992, la interacción entre el hombre y el medio ambiente es reconocida como paisaje cultural.

En la actualidad, un paisaje cultural sería, dejando aparte las formas y procesos naturales, la consecuencia de la incansable interacción de la mano del hombre sobre las cosas, con el paso del tiempo los inmuebles se deshabitan, se pueblan, se dejan en desuso, se destruyen, se reemplazan, se reconstruyen, se valorizan, se desdeñan, se rehabilitan, etc. El reflejo de todo esto, se puede percibir si hacemos una lectura de un paisaje cotidiano, donde se puede observar los distintos niveles de actuación del hombre en ese medio natural. Podemos poner un claro ejemplo, como la visión que ofrece un molino de viento; esos elementos que se van quedando a los lados de una autovía como algo habitual, dándole la menor importancia, destrozándoles el basamento que los sostiene para aprovechar al máximo su superficie en las explotaciones agrícolas y despedazándolos poco a poco, ya que son algo que estorba, que no sirve para nada, que molesta. Pero estos elementos, en muchos casos maltratados; son los vestigios, los testigos, el legado de una forma de vivir, de una manera de construir, lugar donde se mantenían unas relaciones sociales, donde se forjaba una cultura popular; son los elementos donde se muestra una prosperidad económica anterior, que se han acomodado a niveles de asentamiento antepuestos y superpuestos a nuevos inventos; pero que se encuentran derrotados e inservibles. Por eso resulta difícil creer que estos majestuosos inmuebles que articulan un paisaje anterior; ellos, que tanto han significado a sus primeros propietarios y congéneres; sean desmontados, destruidos, colmatados o soterrados, por no saber proyectar a la sociedad el valor que tuvieron y que tienen.

Nomenclatura de la cultura del agua en la Región de Murcia

Pozos, aljibes, abrevaderos, lavaderos, bebederos, cantareros, norias, ceñas de sangre, molinos de agua, salinas, fuentes, boqueras, lumbreras, acequias (mayores y menores), azarbes, brazales, regaderas, acueductos, balsas, calicantos, etc., son los nombres que reciben los elementos de la cultura del agua encontrados en el paisaje los cuales conforman el territorio de los pueblos, caseríos, y aldeas de la Región de Murcia.

La conceptuación unitaria que reúne aquellos inmuebles vinculados a una y otra forma a la vida que prodigan los ríos, las ramblas, sus embalsamientos y en general, aquellos inmuebles cuya finalidad ha sido la de domesticar en beneficio del ser humano las energías hidráulica. La cultura del agua se supedita a la perspectiva etnográfica. Los elementos pertenecientes a la cultura del agua son aquellos que se originaron por su naturaleza en el cumplimiento de las funciones de almacenamiento, extracción, elevación y distribución de las aguas, cuya misión primordial es de proveer y abastecer al ser humano, a los animales y a los cultivos de regadío.

La catalogación del patrimonio

Según la ley 4/2007 de Patrimonio Cultural de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia, se tiene en cuenta la cultura del agua, al establecer que se encuentra en previsible peligro de desaparición, pérdida o deterioro, por ello se adoptará las medidas oportunas conducentes a su protección, conservación, estudio y documentación científica que garantice su protección y su transmisión a las generaciones futuras.

En esta línea la catalogación del patrimonio relacionado con la cultura del agua es tarea de la administración estatal, regional, municipal y de todos, la protección de este legado. Por un lado, bien sea a través de ayudas para su mantenimiento y restauración, a través de estudios y catálogos para su control. Por otra parte se encuentra el conocimiento de su valor por parte de la sociedad, por ello es necesario incluir los elementos que han dejado de usarse por un cambio en la manera de abastecerse o por ser relegados por la modernización en rutas de esparcimiento, en los circuitos de visitas turísticas para su conocimiento y puesta en valor. Sin olvidar que el mantenimiento de estos elementos en uso hace que sea sostenible el paisaje natural y cultural circundante. Si contemplamos el paisaje cultural de nuestra Región observaríamos un importante registro de elementos patrimoniales que marcan la identidad de la zona.

MARÍA LUJÁN ORTEGA. TOMÁS GARCÍA MARTÍNEZ. (DOCUMENTALISTAS)
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